Por: Aniela GA

Hagamos un recuento de estos meses pandémicos viviendo frente a una pantalla. Si eres como yo, ni bien te levantas, abres lo ojos y ya estás abriendo WhatsApp, Facebook e Instagram, en ese orden. Luego, quizás, te dispondrías a realizar tus actividades varias laborales (mails, juntas, cursos, entregables); si tienes hijas o hijos chiquitos, revisarás, ordenarás y enviarás la tarea que previo arreo perpetuo lograron hacer heroicamente esas personas pequeñas. Ya si te queda un poco de ánimo, te aventarás una última revisada de nada en las redes sociales, antes de dormir, que básicamente se ha vuelto en el reto que todo Sayayin nivel mil tiene que lograr.

Dejando de lado mi “Whatsappitis” (de la cual no hablaremos nunca), técnicamente vivo frente a la computadora. Y no porque me encante (o sí); la pandemia nos confinó a resolver nuestras decisiones a través de internet. Especialmente hoy escribo con el propósito de hacer una reflexión en lo afortunados que somos de tener internet para resolver nuestras vidas; pero también en darnos cuenta de cómo nos hace falta crecer en este sentido a nivel nacional.

Para comenzar, ahí van unos datos para agarrar calor: de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2019 que realiza nuestro poderosísimo INEGI, hay 80.6 millones de usuarios de internet en el país -en 2019 éramos 125 millones de personas-; el 91.24% de las y los usuarios está entre los 18 y 24 años (ojo con ellos, que tengo un punto que tratar), y en una ventaja arrasadora, es el smartphone el dispositivo que más se ocupa para conectarse a una red (95.3% vs 33.2% de las laptops, por mencionar una comparativa). Por último, el entretenimiento, obtener información y comunicarse son las tres razones por las que, de acuerdo a este estudio, ocupamos internet.

Se me ocurrió ver un par de datos más.  83.8% utiliza internet para apoyar a la educación, solo que a duras penas 47.3% (que en 2018 era un pelín mayor), lo usan para leer libros, revistas o artículos. En mi experiencia, diría que ese apoyo a la educación expresada es el uso de las plataformas para entrega de tareas, programas en línea, y cosas de esas.

Y me asaltaron varias dudas, 1.-¿cómo le hacemos para que sean más personas quienes quieran leer en internet?, 2.-¿Será solo un incremento en la infraestructura lo necesario para que más personas puedan resolver sus actividades?, 3.-¿Es el costo el problema?, 4.-¿Cuántas personas no se están perdiendo de la información solo porque la calidad de la red no es estable?; 5.-¿Por qué no usamos el Smartphone para otra cosa que no sea entretenernos?, 6.-¿No será que el problema para variar somos nosotros?, 7.-¿Cómo le están haciendo quienes tienen un Smartphone pero con una red inaccesible?,

Y aquí es donde me estaciono a llorar.  Ojalá todos tuviéramos el privilegio de tener internet para darle trámite en un par de horas a una tarea que podría tomarte medio día. La pandemia está dejando ver la fortaleza, resiliencia y empuje de quienes hoy estudian la universidad y que son curiosamente el segmento de mercado que más ocupa el servicio actualmente. En algunas zonas del país, la red de internet es ineficiente, y no lo digo yo nada más, poquito más del 50% de los usuarios se quejan de la lentitud del servicio, y unos 31 millones de usuarios mencionan que su principal problema es la interrupción del servicio.

Ahora bien, si consideramos que el internet es el vehículo transportador de tu educación querida persona que estudia la universidad, entonces, desde donde lo veo, necesitamos un ecosistema virtual robusto. ¿Te imaginas que adicional a tu matrícula, la escuela te diera tu cuenta de internet perpetua? Cuántas tareas, lecciones y exámenes perdidos habrías rescatado. Cuántas posibilidades para no parar de aprender. Cuántas ganas de no dejar la carrera Sabemos que no solo es la red, es la cobertura, pero bueno, como siempre digo, un paso a la vez. Estos años solo nos están enseñando dónde sí. Abusados. 

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