Fuente: El país
Compositor, astrónomo y hasta zoólogo aficionado que promovió la reproducción del ajolote, González Camarena es uno de los inventores más aclamados en México
Este 17 de febrero se celebra el Día del Inventor mexicano, la fecha se conmemora por ser el cumpleaños de Guillermo González Camarena, uno de los científicos fundamentales de la historia de México. Conocido por inventar la televisión a color, también descubrió el caleidoscopio (un procedimiento para dar color a imágenes en blanco y negro con la videograbadora) y el sistema bicolor simplificado (que más tarde adoptó la NASA para las transmisiones televisivas del espacio). Las ansias y ánimo lo colmaron desde muy joven y aunque tuvo una muerte inesperada, su obra e ímpetu creativo lo han distinguido hasta nuestros días.
Nacido en Guadalajara, Jalisco, tan solo unos días después de la proclamación de la Constitución mexicana, hijo de Sara Camarena y Arturo González, Guillermo González Camarena se distinguió por ser un niño autodidacta que aprendió desde muy pequeño a escribir y leer de corrido, como menciona Alberto Chimal en su libro Fábrica de colores.
Cuando apenas tenía un año, su familia se mudó a la Ciudad de México para que su padre Arturo González pudiera recibir tratamiento médico contra el cáncer. Se instalaron en la calle Havre 74, cuyo sótano se convertiría en el estudio y laboratorio de Guillermo González Camarena y su hermano Jorge, pintor, escultor y muralista 10 años mayor que él.
Durante su niñez, los conflictos bélicos en México y el mundo, como la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial, impedían que el suministro eléctrico fuera estable e incluso se podía suspender por días enteros. Debido a esto, cuando tenía seis años el inventor decidió crear una planta eléctrica que daba luz y electricidad a toda su casa. Les cobraba un centavo por el servicio y cableado. También realizó una alarma que alertaba sobre futuros temblores y una fábrica de hilos, inventos que creaba con materiales que recolectaba y compraba con sus ahorros en los mercados de la Lagunilla y Tepito. Fierros viejos y cables que nadie quería, servían para hacer todo tipo de creaciones.
A los siete años fabricaba sus primeros juguetes electrónicos y de adolescente, cuando tenía 12, se inscribió en la Escuela de Radioaficionados El Buen Tono, lo que le permitió fabricar un transmisor de radio. Un año después, en 1930 obtuvo su licencia de radiotelefonista.
Cuando murió su padre, el sótano de Havre 74 también se convirtió en su refugio, pasaba tardes enteras inventando y construyendo. Los niños vecinos le aventaban cáscaras de naranja para molestarlo y en respuesta, González Camarena electrificó la cerca por si algún curioso osaba interrumpirlo.
La invención de un telescopio en forma lo hizo miembro titular de la Sociedad Astronómica de México y cada vez con mayor visión, el oriundo de Guadalajara fue enfocando sus esfuerzos en los aparatos electromagnéticos.
Ya en la universidad, se inscribió en la Escuela Práctica de Ingenieros Mecánicos y Eléctricos que más tarde se conocería como la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional. En esta época conoció a profesores como Francisco Javier Stávoli y Miguel Fonseca, quienes experimentaban con la televisión y sus usos. Estudió durante dos años, pero su inquietud hizo que prefiriera aprender de manera autónoma.
Revolucionó las telecomunicaciones a los 23 años. Desde su sótano, en 1940, buscaba cómo patentar la televisión a color tanto en México como en Estados Unidos. Había creado un sistema tricromático de secuencia de campos con colores rojo, verde y azul que captaba y reproducía imágenes con base en estos tres colores. Sin dinero, González Camarena decidió componer canciones populares que registró ante la Sociedad de Compositores de México y con el éxito de las regalías pudo conseguir la patente de este invento que cambiaría la televisión. A pesar de recibir jugosas ofertas no vendió su patente; sin embargo, gracias a su invento, a nivel mundial surgieron otros sistemas más elaborados que se basaban en la idea del creador mexicano.
Dos años después inauguró la primera estación experimental de televisión en México. Acudió a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas con su profesor y solicitó un permiso para transmitir por televisión. De este modo, le permitieron transmitir con las siglas XE1GC en canal 5 y en 1946 inauguró oficialmente el canal, con equipo que González Camarena construía en su casa.
Ya con fama y reconocimiento internacional, los años 50 estuvieron llenos de reconocimiento y ganancias. Al empezar la década, el Gobierno le otorgó la concesión para explotar comercialmente el canal 5 y ese mismo año el Columbia College de Chicago le brindó el título de catedrático honorífico. Dos años más tarde, el 10 de mayo, el Canal 5 ingresó al aire comercial y en el 54 el Columbia College Hollywood le otorgó el título de doctor honoris causa en ciencias.
Esto le dio más impulso a González Camarena, quien más tarde también patentó el sistema bicolor simplificado en México, Estados Unidos y otros países, cuya simplicidad lograría que las televisiones fueran económicas y asequibles. La NASA adoptó este sistema de González Camarena para transmitir las primeras imágenes de la luna con el programa Apolo 11 y más tarde en las sondas Voyager 1 y Voyager 2 desde Júpiter, en la que captó sus franjas planetarias con la máxima fidelidad posible gracias al color que transmitía.
Uno de los últimos proyectos que llevó a cabo y del que se sentía más orgulloso fue el de la telesecundaria para los grupos marginados del país. González Camarena siempre buscó que la televisión educara y transformara la vida de la niñez mexicana.
Un accidente automovilístico de regreso de una velada en casa de Agustín Lara, acabó con su vida a los 48 años. Tras su muerte los tres canales que transmitían por televisión en ese momento, suspendieron su programación por el resto del día. Nunca se ha repetido este homenaje. Su muerte prematura hizo que el sistema simplificado no se convirtiera en una realidad en la televisión mexicana, ya que, la llegada de los Juegos Olímpicos apremió al Gobierno y Emilio Azcárraga Vidaurreta, entonces magnate de las telecomunicaciones, para demostrar al público que México era una potencia televisiva, por lo que tuvieron que adoptar tecnología extranjera.
Tal como rememora Alberto Chimal: “Guillermo no solo fue un mexicano de tiempo completo, sino un mago total, bromista las 24 horas, hipnotista innato, músico de día y astrónomo de noche, dibujante cada vez que se ofrecía, y en todo momento genial inventor”.