Por Álvaro Merino.
Cada minuto se mandan más de 41 millones de mensajes de Whatsapp en el mundo, se suben 500 horas de video a YouTube y se publican más de 347.000 historias en Instagram. Acceder a internet es una parte básica del día a día de miles de millones de personas. Según el último informe de Hootsuite y We Are Social, de media, los usuarios entre los 16 y los 64 años dedican seis horas y cincuenta y cuatro minutos de su día a utilizar dispositivos conectados a la red. La mayoría de ese tiempo lo dedican a navegar y ver vídeos (cerca de tres horas y media), a utilizar redes sociales (unas dos horas y veinticinco minutos) o a leer prensa (alrededor de dos horas).
La pandemia de coronavirus ha potenciado el crecimiento de usuarios conectados a internet. Los confinamientos han hecho que muchos acudan a la red para comunicarse, entretenerse o continuar trabajando. En el año 2020, más de 300 millones de personas comenzaron a usar internet, sumándose así a los más de 4.000 millones de internautas que había el año anterior. Uno de los factores que ha acelerado el crecimiento de los usuarios conectados a internet ha sido la llegada de los teléfonos inteligentes. Se estima que cerca del 92,6% de los usuarios de internet se conectan a través de estos dispositivos.
Sin embargo, no todas las personas del mundo tienen acceso a internet. Actualmente se estima que cerca del 60% de la población mundial tiene acceso a la red. Cuando se analiza la distribución de internet en el mundo, hay que atender a dos factores muy importantes: la cantidad de personas conectadas y el porcentaje de población que tiene acceso con respecto del total.
Un país como India, por ejemplo, que tiene unos 1.300 millones de habitantes, cuenta solo con cerca de 481 millones de personas conectadas. Es decir, solamente un 37% de su población tiene acceso a internet. Sin embargo, Alemania, con una población de 83 millones de personas, tiene más de 76 millones de usuarios digitales, o lo que es lo mismo, un 91% de los alemanes tienen entran en internet con cierta frecuencia. De hecho, Europa occidental, los países nórdicos y América del norte son las regiones del planeta donde hay un mayor porcentaje de población con acceso a la red: en las tres más del 90% de la población tiene acceso. Que un porcentaje alto de la población pueda entrar en internet dice mucho del país y de su desarrollo tecnológico.
En cuanto al resto de regiones del mundo, hay una clara desigualdad si las comparamos con Europa o América del norte. Sin embargo, hay zonas como América Latina donde en torno al 70% de la población tiene acceso a la red; o la región de Asia-Pacífico, con una cifra que también ronda el 70%. En ambas el crecimiento de los usuarios no cesa. De hecho, a nivel absoluto, China e India concentran más de un cuarto de los usuarios con acceso a internet del mundo, y eso que los dos países tienen un bajo porcentaje de internautas.
En el lado opuesto, la gran perdedora es África. Aunque tanto norte del continente como el sur cuentan con alrededor de un 60% de la población con acceso a internet, África occidental, central y oriental no tienen esa suerte, y en las dos últimas zonas el porcentaje de población con acceso a la red apenas llega al 25%.
El acceso a internet no solo es un factor importante en el desarrollo tecnológico de muchos países, sino que también es un potenciador de cambios sociales en tanto que se trata de una herramienta de conexión ciudadana. Una comunidad cada vez más conectada es más fácil que se movilice y que comparta su descontento, por lo que, para algunos Gobiernos, especialmente los más autoritarios, el crecimiento tan rápido de internet es un desafío. El control de lo que ven los ciudadanos y qué se dice en el espacio digital ha pasado a ser una preocupación para muchos. Los cortes de internet o la creación de un internet paralelo en el que se controle todo lo que se ve y se dice son una realidad en muchos lugares del mundo. El crecimiento tan rápido de internet alrededor del planeta abre la puerta a muchas oportunidades, pero también a muchos desafíos sociales, económicos y geopolíticos.